Joe Biden cumplió su promesa de ayudar a bajar el precio de la vida de los estadounidenses con dificultades, a seis meses de unas elecciones cruciales que determinarán el destino de su partido.

En un colegio comunitario de Auburn (Washington), donde la edad media del alumnado era de 21 años, el presidente, de 79 años, comentó que comprendía que demasiada gente tenía dificultades para llegar a fin de mes.

En particular, subrayó la necesidad de reducir el precio de los medicamentos con receta, y afirmó que, con la ayuda del Congreso, trataría de fijar el precio de la insulina -esencial para los estadounidenses que se calcula que padecen de diabetes, uno de cada diez- en no más de US$35 al mes.

Señaló que debería haber un límite de US$2.000 anuales en la cantidad que los ancianos de Medicare tienen que pagar por las recetas de su propio bolsillo.

“Los medicamentos con receta son escandalosamente caros”, aseveró Biden.

Afirmó que “miles y miles” de estadounidenses se quedan despiertos por la noche, mirando al techo y temiendo lo que ocurriría si ellos o uno de sus hijos enfermaran, porque no pueden permitirse el precio de la asistencia sanitaria, o no tienen un seguro suficiente.

“Imagínate lo que es, si no tienes seguro y no tienes dinero, mirar a tu hijo sabiendo lo que necesita y sabiendo que no hay nada que puedas hacer al respecto”, dijo Biden en un momento dado, su voz se volvió contundente. “Si te privan de tu dignidad, ¿cómo puedes mirar a tu hijo?”.

Y añadió: “No hay excusa, ninguna, no estamos pidiendo a las compañías farmacéuticas que hagan algo que no puedan pagar”.

El precio, a menudo desorbitado, de los medicamentos con receta, y de los servicios de salud en general, fue un tema abordado con suma precisión por el senador Bernie Sanders durante sus dos candidaturas a la presidencia.

Sin embargo, cuando Sanders puso fin a su campaña en el verano de 2020 y apoyó a Biden, se acordó que el candidato más centrista apoyaría una postura más progresista en materia de asistencia sanitaria, no exactamente Medicare para todos, pero sí una ampliación de la Ley de Asistencia Asequible, u Obamacare.

“La Ley de Asistencia Asequible es más fuerte que nunca”, dijo el viernes por la tarde. “Tenemos que mantener esta lucha”.

El presidente, que el día anterior había estado en la vecina Oregón, llegó al noroeste del Pacífico con un índice de aprobación de hasta el 41 por ciento, según rastreadores como FiveThirtyEight. Muchos comentaristas creen que es casi seguro que los demócratas perderán el control de la Cámara de Representantes, si no es que también del Senado, en noviembre.

Los sondeos muestran que el problema más acuciante para la mayoría de los estadounidenses, tras 16 meses de presidencia de Biden, es el aumento del precio de la vida, subrayado por el incremento del precio de la gasolina y los alimentos.

Los críticos del presidente dicen que ha estado demasiado ocupado tratando de manejar la crisis en Ucrania tras la invasión de Rusia, algo que a los estadounidenses les preocupa, pero no con tanta pasión como el precio de la vida. Su visita a lugares como Auburn, a 35 millas (56 kilómetros) al sur de Seattle y donde el área metropolitana más grande está marcada por pueblos y comunidades más pequeñas, fue parte de un intento de demostrar a los estadounidenses que siente su dolor.

De hecho, el título de su discurso, estampado en las banderas del Green River Community College, era “Reducir los precios para las familias estadounidenses”.

El alumnado es de 14.000 personas. Alrededor del 40 por ciento de los estudiantes son blancos y el 23 por ciento asiáticos. Los estudiantes negros representan el 7 por ciento y los hispanos el 13 por ciento, según los responsables de la universidad.

Un folleto distribuido para los medios de comunicación también destacaba que la edad media de los estudiantes era de 21 años.

Biden subió al escenario después de que la universidad tocara Splish Splash de Bobby Darrin, de 1958, California Dreamin, de los Mamas and Papas y publicada en 1965, y Sherry de The Four Seasons, publicada en 1962.

A pesar de que Biden defiende los colegios comunitarios -de hecho, como señaló, su esposa, la Dra. Jill Biden, sigue dando clases en uno de ellos-, ¿no les preocupaba a los estudiantes que fuera un poco mayor?

“Su edad no me preocupa”, mencionó Desani Robinson, de 20 años, que estudia empresariales y relaciones públicas. “Y me gusta que haya venido aquí y haya arrojado luz sobre los jóvenes con problemas de diabetes. Es algo con lo que la gente puede identificarse”.

Noah Sánchez, de 18 años, que estudia educación física, señaló que recordaba a Biden cuando era vicepresidente de Barack Obama. “Una de las cosas que me gusta es el hecho de que tenga esa experiencia”, afirmó.

Muchos de los estudiantes entre la pequeña multitud estaban matriculados en programas de enfermería, y en un momento dado el presidente aplaudió sus esfuerzos, diciendo lo cruciales que eran.

De los cuatro estudiantes de enfermería con los que habló The Independent, dos dijeron que no tenían una opinión política. Uno, Kurtis Howe, indicó que había votado a Biden y que pensaba que estaba haciendo un buen trabajo.

Otro, Colton Hyatt, subrayó que había votado a Donald Trump y que volvería a hacerlo si las elecciones se celebraran mañana. “Si el presidente va a hacer algo para ayudar a Estados Unidos, quiero que tenga éxito”, expresó.

Biden remató, como suele hacer, con su exhortación de que los mejores días de Estados Unidos están por delante, aunque haya tiempos difíciles a más corto plazo por el aumento del precio del combustible, algo que achacó a “Putin” y a “la guerra”.

“Les digo a todos los que son estudiantes aquí, les deseo lo mejor, los necesitamos mucho”, manifestó.

“Y la razón por la que soy tan optimista pensando en ello, es que son la generación menos prejuiciosa, más implicada y más preocupada de la historia de Estados Unidos”.

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