Al bombardear la red eléctrica de Ucrania, destinada a sostener a los civiles durante los meses oscuros y fríos, Vladimir Putin ha inflingido algunas de las condiciones de guerra más bárbaras que han experimentado los civiles en Europa durante décadas y ha llevado el conflicto a otro nivel.

El uso del invierno como arma de guerra está diseñado para romper la voluntad de una nación que ha humillado a las fuerzas rusas, y para poner a prueba la generosidad de los públicos occidentales que pagan la factura de la defensa de Ucrania. También está obligando al presidente Joe Biden y a otros líderes a realizar una nueva ronda de ajustes al sustento de armamento y ayuda que respalda la resistencia de Ucrania.

La intensidad de los ataques deliberados de Moscú contra la población civil también ha reavivado las cuestiones sobre si el mundo debe presionar para que se ponga fin a la guerra de forma diplomática y cuándo debe hacerlo, así como un creciente debate político interno sobre cuánto tiempo debe durar la ayuda multimillonaria. Esta presión, sobre todo en el seno de la nueva mayoría republicana en la Cámara de Representantes, suele aumentar cuando Putin realiza sus calculadas maniobras nucleares y cuando se teme que la guerra se extienda al territorio de la OTAN.

Estas cuestiones estuvieron en el centro de las conversaciones del jueves entre Biden y el presidente francés Emmanuel Macron, los dos líderes más críticos de Occidente, que serán esenciales para cualquier eventual alto el fuego y que en ocasiones han diferido sobre si la diplomacia puede funcionar con un líder tan despiadado como Putin.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, entra en la sala durante la sesión plenaria del 10º Congreso de Jueces de toda Rusia en el Palacio Estatal del Kremlin el 29 de noviembre de 2022, en Moscú.

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En todo caso, la determinación de Biden de ayudar a Ucrania a ganar la guerra en el campo de batalla no hace más que crecer, incluso cuando Macron, que se ha mostrado más abierto a la posibilidad de realizar esfuerzos diplomáticos, mantiene abierto un canal con el líder ruso.

Como ha hecho a lo largo de la guerra, la administración recalibra constantemente su ayuda en función de las nuevas condiciones. Oren Liebermann, Katie Bo Lillis, Natasha Bertrand y Kylie Atwood, de CNN, informaron por primera vez este miércoles de que Biden está evaluando la posibilidad de ampliar drásticamente el entrenamiento que el Ejército estadounidense proporciona a las fuerzas ucranianas, incluyendo la instrucción de hasta 2.500 soldados al mes en Alemania. Los simulacros abarcarían tácticas más sofisticadas en el campo de batalla, incluyendo la coordinación de maniobras militares con apoyo de artillería.

El secretario de Estado, Antony Blinken, dijo el miércoles a CNN que la OTAN está tratando de invertir en armas y municiones de la era soviética para las fuerzas de Ucrania. Y dijo a Christiane Amanpour de CNN que Washington también estaba centrado en proporcionar sistemas de defensa aérea. CNN informó el martes que Estados Unidos estaba considerando enviar sistemas de defensa aérea Patriot a Ucrania, en lo que sería otro umbral que cruza la Casa Blanca. Alemania ha prometido más tanques antiaéreos. Varios países están enviando generadores después de que los ataques rusos con misiles y aviones no tripulados hayan eliminado las instalaciones eléctricas. También se necesitarán grandes reservas de combustible.

El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, dijo el miércoles que detectaba una nueva urgencia por parte de los donantes occidentales, pero que debían suministrar todo lo que su país necesitaba con la misma rapidez. “Estas decisiones se han tomado después de que se produjera algún tipo de tragedia en la línea del frente, que no dejó otra opción que tomar esta decisión”.

En los últimos días, expresando su determinación antes de la visita de Macron, los funcionarios estadounidenses han utilizado un lenguaje gráfico para describir la depravación de las tácticas de Putin, que se remontan a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial contra la población civil y están creando el peor sufrimiento humano en un conflicto europeo desde los años 90 en Bosnia.

“Calefacción, agua, electricidad, para los niños, para los ancianos, para los enfermos: estos son los nuevos objetivos del presidente Putin. Los está golpeando con fuerza”, dijo Blinken en una conferencia de prensa en la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN en Bucarest. “Esta brutalización del pueblo ucraniano es una barbaridad”.

John Kirby, coordinador de comunicaciones estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional, dijo que el historial de Putin significaba que no había ninguna sorpresa sobre el nuevo giro de su guerra. “Este es un tipo que ha utilizado la comida como arma. Ha utilizado el miedo como arma. Ahora… está utilizando el frío que se avecina aquí para tratar básicamente de poner de rodillas al pueblo ucraniano”, dijo Kirby el lunes.

“Cuando se echa un vistazo a lo que está atacando, es casi toda la infraestructura civil… Es energía, es agua, es el tipo de recursos que la gente necesita mientras se prepara para lo que sin duda será un frío invierno”.

Una prueba de la determinación en Occidente
El sufrimiento del pueblo ucraniano en los próximos meses y las sumas cada vez mayores que se necesitan para apoyarlo —Biden acaba de pedir al Congreso otros US$ 37.000 millones— probablemente aumentarán el debate político en Estados Unidos y las naciones aliadas sobre si ha llegado el momento de buscar una salida a la guerra. Al menos eso es lo que Putin está apostando claramente, y es la razón por la que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky y su esposa Olena Zelenska, que se dirigió a los legisladores británicos el martes, mantienen una constante ofensiva de relaciones públicas.

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Sin embargo, reflejando un clima político más difícil para Ucrania en Washington, el posible próximo presidente republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, volvió a advertir, tras reunirse con Biden el martes, que no habría ningún “cheque en blanco” para Ucrania.

El republicano californiano está sometido a una fuerte presión por parte de los legisladores pro-Trump, que tendrán una importante influencia en su pequeña mayoría en la Cámara de Representantes, para que desvíe los fondos destinados a Ucrania para aumentar la seguridad en la frontera sur de Estados Unidos. En los actos de campaña de las elecciones de mitad de mandato, el ex presidente también se quejó de la generosidad de EE.UU. con un país al que arrastró a su primer impeachment. Y una de sus principales seguidoras, la congresista de Georgia Marjorie Taylor Greene ha pedido a Estados Unidos que obligue a Ucrania a negociar la paz con Putin.

Pero el senador de Idaho Jim Risch, el principal republicano de la Comisión de Relaciones Exteriores, advirtió el miércoles que Putin estaba apostando precisamente por ese debilitamiento de la resolución occidental. “Si no nos mantenemos, eso no sería en interés de Estados Unidos ni del mundo”, dijo.

Las especulaciones sobre el posible final de la guerra no se deben únicamente a la sensación de que el año que viene será más difícil para Biden mantener el nivel actual de financiación estadounidense. El jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, causó un gran revuelo cuando pareció argumentar a principios de este mes que Rusia y Ucrania tendrían que reconocer que la victoria era imposible al cerrarse el frente para el invierno. “Cuando haya una oportunidad de negociar, cuando se pueda alcanzar la paz, aprovéchela”, dijo Milley.