El número de nuevos contagios y hospitalizaciones por coronavirus está cayendo en picada en Los Ángeles, una buena noticia tras una catastrófica ola invernal que azotó a la región.

Los funcionarios enfatizan, sin embargo, que el condado está lejos de encontrarse fuera de peligro. Aunque esas cifras se han desplomado en las últimas semanas, siguen muy por encima de sus niveles previos al aumento repentino, y todavía son demasiado altas para desbloquear sectores adicionales de la maltrecha economía de la entidad, o para proporcionar la ayuda a largo plazo que los hospitales necesitan urgentemente.

Y la consecuencia final y más devastadora de la pandemia, el número de personas que pierden la batalla contra la enfermedad, sigue siendo muy alto.

Aproximadamente 201 angelinos, en promedio, han muerto por COVID-19 cada día durante la última semana.

El número de decesos relacionados con el coronavirus en Los Ángeles ahora supera los 17.300 en todo el estado, más de 42.000 californianos han fallecido a causa de la enfermedad durante la pandemia.

La Dra. Christina Ghaly, directora de servicios de salud del condado, señaló el miércoles que parecía que las muertes diarias por COVID-19 finalmente habían alcanzado su punto máximo.

La tasa más alta se registró durante el período de siete días que terminó el 14 de enero, cuando el condado promedió 241 decesos diarios.

“Aunque todavía es mortificantemente alto, esperamos que la mortalidad diaria promedio continúe cayendo en las próximas semanas”, señaló Ghaly durante una sesión informativa.

Aunque la cifra apunta en una dirección prometedora, indicó que el alto número de decesos fue “desgarrador, para las familias que han perdido a un ser querido, los niños que han perdido a sus padres, los padres que han perdido a sus hijos, para las personas que han perdido amigos, compañeros de trabajo, seres queridos, esa angustia es increíblemente intensa. Y eso sigue ocurriendo diariamente”.

Las defunciones son el último indicador retrasado del alcance del coronavirus, ya que tardan más en subir y bajar cuando llega una nueva ola, incluso cuando la tasa de contagios se dispara.

Este patrón de la pandemia se desarrolla porque pueden pasar semanas desde que se contagian, hasta que las personas enferman lo suficiente como para requerir tratamiento hospitalario y semanas más para que su condición se deteriore hasta el punto de que necesiten cuidados intensivos o mueran a causa de la enfermedad.

Los funcionarios y expertos han enfatizado regularmente que la única forma de evitar este devastador efecto dominó es frenando la transmisión del coronavirus.

Los Ángeles ha experimentado una mejora tremenda en ese sentido. El condado ahora tiene un promedio de alrededor de 5.600 nuevos casos de coronavirus diarios, una disminución significativa de los cerca de 15.100 observados durante el período de siete días que terminó el 13 de enero, pero aún mucho más que a principios de octubre, cuando se reportó menos de 1.000 casos al día.

Esa fuerte caída en los contagios está comenzando a reflejarse en los hospitales de la región, que durante mucho tiempo han estado desbordados de pacientes con COVID-19.

Hasta el martes, había menos de 5.000 personas hospitalizadas con coronavirus en Los Ángeles, el número más bajo desde mediados de diciembre y por debajo del pico de 8.098 el 5 de enero. Pero la cifra sigue siendo mucho mayor de lo que era a inicios de octubre, cuando había menos de 700 pacientes con el virus en todo el condado.

“Si bien las cifras han bajado, y estamos muy contentos de eso, numerosos hospitales todavía tienen problemas de personal”, comentó Ghaly. “Muchos nosocomios aún tienen un censo COVID en las unidades de cuidados intensivos (UCI) que es el 100% o más de su capacidad en estas áreas con personal normal. Y esto sigue ejerciendo una gran presión sobre el hospital y el sistema de salud en general”.

La gravedad de la enfermedad de los pacientes en el centro de salud también sigue siendo alta, con una demanda desproporcionada de servicios clínicamente intensivos, como la atención en UCI y la necesidad de estar conectados a un ventilador mecánico u oxígeno de alto flujo.

“A pesar de que las nuevas hospitalizaciones están disminuyendo, muchas de las personas que ingresaron hace semanas han experimentado una progresión de su enfermedad y ahora están en este punto, requiriendo atención en la UCI y ventilación mecánica, incluso si no lo hicieron en las primeras etapas de su padecimiento”, informó Ghaly.

Si bien el progreso del condado ha sido constante últimamente, los funcionarios advierten que podría revertirse fácilmente si demasiadas personas abandonan los protocolos de salud implementados para detener la propagación del coronavirus.

De particular preocupación es el próximo Super Bowl. Por lo general, millones de californianos se reúnen para ver el gran juego: pasan horas abarrotados en el interior con personas con las que no viven para vitorear el triunfo o clamar en la derrota.

Todo eso, dicen los funcionarios, es una receta para el desastre y, en última instancia, podría convertirse en un punto de inflexión si demasiadas personas malinterpretan el progreso reciente como una señal de que el peligro de la pandemia ha pasado.

“Las fiestas del Super Bowl tienen el poder de descarrilar nuestra recuperación”, indicó el miércoles la directora de Salud Pública de Los Ángeles, Bárbara Ferrer.

El condado todavía tiene una serie de restricciones relacionadas con el coronavirus, entre ellas que las reuniones privadas están limitadas a 15 personas de no más de tres domicilios y deben celebrarse al aire libre, con participantes que utilizan cubrebocas y mantienen distancia física.

“Entonces, a menos que la pantalla de su televisor esté afuera, si piensa ver el juego, debe planear pasar este domingo solo con miembros de su domicilio”, indicó Ferrer.

Algunas empresas ya están incumpliendo las órdenes de salud pública que se emitieron cuando se permitió a los restaurantes reabrir sus áreas de comedor al aire libre la semana pasada.

En un comunicado el martes, el Departamento de Salud Pública de Los Ángeles señaló que muchas de esas áreas no estaban siguiendo las medidas sanitarias de que los empleados que interactúan con el público usaran cubrebocas, ni cumplían con las reglas que limitan cómo se pueden instalar estructuras al aire libre.

Así como el trabajo colectivo de los angelinos jugó un papel fundamental para cambiar el rumbo, los funcionarios advierten que el incumplimiento generalizado de las directrices de salud pública representa el obstáculo potencial más importante en el camino del condado hacia una recuperación y reapertura más amplia.

Ese es especialmente el caso dada la presencia documentada de nuevas mutaciones del coronavirus, incluido el tercer caso confirmado del condado de la cepa B.1.1.7 más contagiosa y que se identificó por primera vez en Gran Bretaña.

“Todos tenemos que ser muy cuidadosos en nuestras acciones para evitar otra marejada, otra tormenta que nos acontezca”, indicó Ghaly. “Un aumento en los comportamientos que conducen a una mayor transmisión de este virus en nuestra comunidad podría fácilmente resultar nuevamente en el regreso del incremento de ocupación en los hospitales en solo dos o tres semanas”.

Incluso sin las cepas que se propagan más fácilmente, Ferrer señaló que los angelinos ya son íntimamente conscientes de la rapidez con que el COVID-19 puede descontrolarse y de cómo las actividades aparentemente benignas pueden agregar combustible al incendio viral.

“No nos arriesguemos”, indicó. “Hay innumerables historias en las que un grupo de amigos o varias familias se reunieron y, en cuestión de semanas, muchas personas se contagiaron, algunas fueron hospitalizadas y alguien murió”.

La mejora de las condiciones en Los Ángeles refleja una tendencia estatal más optimista, ya que California sigue emergiendo de los días más oscuros de la pandemia.

Los nuevos números de casos diarios están cayendo rápidamente en toda la entidad. Los funcionarios estatales anunciaron el martes que 18 condados, incluidos San Francisco, Santa Clara, San Mateo, Marin y Yolo, estaban viendo tasas por debajo de 25 nuevos casos diarios por cada 100.000 residentes, lo que permitiría que las escuelas K-6 comiencen a reabrir para los niños, con clases presenciales.

Las hospitalizaciones también se han reducido, de un máximo de casi 22.000 a principios de enero, a 13.766 el martes.

“Todo lo que debería aumentar, relacionado con este virus, está incrementando”, señaló el miércoles el gobernador Gavin Newsom. “Todo lo que debería estar reduciéndose está disminuyendo”.

LATimes