A tan sólo horas de llegar a la Casa Blanca, Joe Biden concretó una de sus principales promesas de campaña: una reforma migratoria que ofrezca un camino a la ciudadanía a más de 11 millones de indocumentados en ocho años. Pero en la práctica, el proyecto puede no avanzar con tanta agilidad e incluso concluir en un cambio mucho menos ambicioso.

Mientras la propuesta era celebrada por la comunidad migrante, algunos congresistas republicanos claves ya se oponían a la medida. Ahora, incluso aliados demócratas del presidente reconocen que el proyecto enfrentará resistencia y que el mayor logro puede ser obtener la ciudadanía para los jóvenes dreamers, aquellos que fueron traídos siendo niños a Estados Unidos sin papeles.

Los demócratas llaman al proyecto de Biden un “anhelo” que necesitará un esfuerzo “titánico” para ser aprobado, dio a conocer Associated Press. La Casa Blanca incluso ha mostrado cierta cautela. La secretaria de prensa, Jen Psaki, dijo el viernes que la Administración ve la propuesta como un “primer paso” para que comiencen las negociaciones en el Congreso.

Por lo pronto, el Congreso no ha comenzado el debate y no tiene una fecha asignada. Los antecedentes históricos no dan grandes esperanzas: desde la década de 1980 se ha intentado sin éxito poner en marcha una reforma migratoria.

El control del Partido Demócrata de la Cámara de Representantes y el Senado ofrece una ventaja en comparación con intentos anteriores, como durante la presidencia de Barack Obama. Sin embargo, tienen una mayoría muy ajustada para imponer un proyecto sin negociar.

Lograr un camino a la ciudadanía para más de 11 millones de personas es el principal objetivo de los grupos en defensa de los inmigrantes, pero el más controversial en el recinto. En el plan de Biden tomaría tan solo tres años para algunas personas, ocho años para otras.

El presidente propone agregar más tecnología para monitorear a las personas y las drogas en la frontera, pero carece de las medidas de refuerzo de seguridad que algunos republicanos han pedido a cambio de aprobar una reforma migratoria.

El segundo líder demócrata del Senado, Richard Durbin, por Illinois, dijo en una entrevista el jueves que lo más probable es que se pueda comenzar con la creación de un camino hacia la ciudadanía para los más de 1 millón de jóvenes soñadores que hay en el país, una buena parte de ellos bajo el programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés).

Durbin y otros demócratas indican que se puede dar protección al programa, creado por Obama, al convertirlo en ley en el Senado, que está dividido 50-50 entre ambos partidos, más el voto de desempate que puede dar la vicepresidenta, Kamala Harris. De cualquier modo, cualquier legislación importante requiere el apoyo de al menos 60 senadores.

“Pasar la reforma migratoria a través del Senado, en particular, es una tarea titánica”, dijo el senador Bob Menendez, demócrata por Nueva Jersey, quien también jugará un papel principal en la batalla. Menendez dijo que los demócratas “lo lograrán”, pero el esfuerzo requerirá negociación.

El senador Lindsey Graham, republicano por Carolina del Sur, quien ha trabajado junto con los demócratas en otras propuestas migratorias, dijo el jueves que será “difícil” lograr convencer a los congresistas de una reforma integral y que lo más probable es que se llegue a un acuerdo por DACA.

Algunos republicanos también piden algunas modificaciones en las visas de empleo o más seguridad en la frontera. Otros van más allá y directamente rechazan la propuesta con acusaciones falsas de que prioriza a los “inmigrantes ilegales” por sobre los ciudadanos, como el caso del líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, republicano por California.

Con información de The Associated Press y The Wall Street Journal.