Nunca antes quedaron sin respuesta tantas interrogantes a pocos días de un congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), que comienza este domingo 16 de octubre. Todo el mundo está pendiente sobre quién dirigirá el grupo de líderes del PCCh. El relevo generacional en la cúpula del partido había sido fiable y predecible en los últimos 40 años, ya que siempre hubo dos cuadros más jóvenes, en torno a los 55 años, en el Comité Permanente del Politburó, el círculo de poder más íntimo del PCCh. El propio Xi Jinping ya había dado el salto al Comité Permanente en 2007, cuando tenía 54 años. Sin embargo, en el último congreso del partido, hace cinco años, no admitió a ningún político joven en el comité.

Ahora se espera que Xi, a sus 69 años, se presente a un tercer mandato, aunque, según la ley no escrita del partido, debería retirarse de la política al cumplir los 68 años. Durante sus dos últimos mandatos, hizo que los estatutos del partido se adaptaran a él y que se modificara la Constitución. Al hacerlo, también hizo posible un tercer mandato para su otro cargo, el de presidente del país.

Estas maniobras no dejan lugar a dudas de que Xi quiere seguir gobernando China como líder del partido y del Estado, que también comanda todas las fuerzas armadas del país asiático. Para asegurarse el liderazgo absoluto, sus compañeros de partido han sido ascendidos y los posibles adversarios han sido eliminados. En el partido y en público, Xi ha sido considerado durante mucho tiempo el político chino más poderoso. Nunca antes el poder en China había estado tan concentrado en una sola persona, ni siquiera durante la época en que Mao Zedong, el fundador de la República Popular, gobernaba el país.

Viejas estrategias para nuevos retos
No solo el PC chino se enfrenta a decisiones importantes. El Estado monopartidista también se enfrenta a muchos retos. La primera y más importante es la pandemia del coronavirus, que paraliza repetidamente la vida pública en las grandes ciudades de China y frena así el crecimiento. Se dice que la estricta política de “cero COVID-19” en el país más poblado del mundo ha sido redactada por Xi. La clase media quedó aislada por las restricciones masivas de entrada al país, y dentro del propio país hay una falta de inmunidad de rebaño debido a las cuarentenas. Esto hace que el regreso de China al ámbito internacional sea un gran reto a largo plazo, incluso años después de la pandemia.

En el ámbito de los derechos humanos también se teme una intensificación de la represión por parte del líder del partido. Hasta ahora, Xi ha demostrado que legitima su poder mediante un estilo de liderazgo diaconal y una propaganda fuertemente ideologizada. Por ejemplo, cuando se trata de cuestiones como la minoría musulmana uigur, que Pekín ve como a la provincia separatista de Taiwán, y la metrópoli autónoma de Hong Kong, siempre se muestra firme y reprime sin piedad para cultivar su imagen de hombre fuerte. En resumen, los derechos civiles quedan restringidos y los críticos del régimen, encarcelados.

En el partido, este estilo de liderazgo es muy controvertido en las distintas facciones, según los observadores. Pero nadie se atreve a desafiar públicamente a Xi en las condiciones actuales. Los candidatos más prometedores para el Comité Permanente del Politburó permanecen callados. Quien cometa un mínimo error ahora, perderá la carrera por el poder justo antes de la línea de meta.

Es cierto que la política exterior y económica no son el foco del 20º congreso del partido. Pero el mundo al menos puede ver signos de composición de liderazgo en cuanto a cómo se administrará China en los años venideros. El Comité Permanente será constituido y presentado al público el último día del cónclave.

(ct/cp)

Autor: Yuan Dang