Por Shannon Pettypiece – NBC News

A medida que el presidente, Donald Trump, recorría el país en los últimos días de campaña antes de las elecciones del 3 de noviembre, muchos de sus mítines transmitían una sensación agitada y frenética similar a los de su caótica primera carrera a la presidencia en 2016, con contratiempos logísticos que han desorientado a los voluntarios y también a los que asistieron a sus eventos.

En un mitin el martes en Omaha, Nebraska, cientos de asistentes quedaron varados a la intemperie bajo temperaturas gélidas durante horas porque la campaña no planificó cómo los autobuses que los trasladaban iban a lidiar con el tráfico posterior al multitudinario evento. Una escena similar se vivién el sábado en un acto de campaña en Pennsylvania.

La ubicación de un mitin la semana pasada en Rochester, Minnesota, fue cambiada varias veces en un lapso de 24 horas; en un principio estaba programado para llevarse a cabo al aire libre en el aeropuerto pero se trasladó a un estadio bajo techo, aunque finalmente se realizó en las instalaciones aeroportuarias.

Y en otro evento en la comunidad para adultos mayores de The Villages en Florida hace una semana, los voluntarios manejaban desorientados carritos de golf sin saber donde estaban situadas las salidas y las entradas al evento para guiar a los asistentes.

Aunque la febril gira de Trump por el país, de tres a cinco estados visiados por día, puede generar comparaciones con 2016, su personal y asesores señalan una diferencia crítica: contrario a la vez anterior, dicen, no entran a la recta final preparándose mentalmente para una derrota casi segura, ante una campaña más robusta que les da una esperanza más concreta de lograr una victoria. Pero hay muchas dudas en torno a sus explicaciones de cómo lograrla precisamente.

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Durante una llamada el domingo, sus asesores aseguraron estar esperanzados con los números de votación anticipada en Michigan, un estado péndulo, donde sus datos indicaban que Trump tenía una ventaja de 36.000 votos.

También dijeron que los datos que manejaban sugerían que se estaba cerrando la brecha en Florida con respecto al candidato demócrata, Joe Biden, y que tenían la oportunidad de cambiar el tinte político de Nevada a color rojo republicano.

Trump ha promocionado algunos de los datos referentes a la votación anticipada en sus mítines: “Su voto está por debajo de lo que pensaban que necesitaban”, dijo Trump sobre los demócratas, “no se están desempeñando como deberían”.

Pero si bien el estado de ánimo entre algunos de los que están dentro de la órbita de Trump es mejor que en este momento que hace cuatro años, los involucrados en la campaña reconocen que el presidente se enfrenta a un estrecho margen de votos para ganar como en 2016, pero con varios obstáculos que superar, como lograr el voto de los adultos mayores y las mujeres, grupos claves en la elección de este martes.

Los que colaboran con Trump saben que las encuestas son correctas y el presidente está por detrás de Biden en los estados indecisos.

“Podría ser una aplastante victoria para Biden, y no me sorprendería. O podría ser una gran victoria para Trump”, dijo un exempleado cercano a la campaña de 2016. “Estaría mentalmente preparado para ambos escenarios. Creo que ambos escenarios son creíbles”, añadió.

Incluso Trump ha parecido compartir esa ambivalencia, alimentada por manifestaciones en su contra, además su gira frenética de los últimos días parece estar afectando su estado de ánimo.

Durante su visita el viernes a Rochester, en lo que era su tercer mitin del día, habló durante menos de 30 minutos, en lugar de su una hora o más como es habitual. En un evento a la mañana siguiente en Pensilvania, sus comentarios fueron notablemente más comedidos que de costumbre: “Veremos cómo va”, dijo en un mitin en Newtown esa tarde.

Los asesores de campaña han dicho que se sienten particularmente alentados por las cifras internas que tienen de Florida y Arizona, y creen que al presidente le está yendo mejor entre las personas mayores y los latinos que los datos que arrojan las encuestas públicas.

También se sienten reconfortados por las primeras cifras de participación en Carolina del Norte y Georgia entre los votantes republicanos y blancos sin educación universitaria.

“Simplemente no creo que los modelos de los encuestadores estén captando con precisión cómo se verá la participación”, dijo un colaborador de campaña que ha trabajado en las dos carreras presidenciales de Trump y esperaba una derrota en 2016.

“Creo que están perdiendo el voto rural”, añadió, “creo que no están captando el crecimiento que estamos viendo en las comunidades minoritarias”.

Los encuestadores dicen que han ajustado sus métodos desde 2016, cuando sus resultados no representaron suficientemente la participación entre los votantes blancos sin educación universitaria. Pero los aliados de Trump todavía sostienen que las encuestas de alguna manera no logran captar el nivel de apoyo de ese grupo al presidente.

Aún así, sus colaboradores también reconocen puntos débiles. Su mayor preocupación, y que mencionan constantemente, es el resultado en los estados de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, que conforman el llamado Cinturón de Óxido, en referencia a la importancia de las fábricas industriales y la manufactura de automóviles, y que cimentaron su victoria hace cuatro años.

Incluso si Trump puede aferrarse a los indecisos Florida, Arizona y Carolina del Norte, así como a los estados republicanos más tradicionalmente sólidos y que las encuestas ahora indican que también perder, como es el caso de Georgia y Texas, puede permitirse no lograr una victoria en solo dos de esos tres estados péndulos. Por eso ha realizado más de una docena de visitas a los mismos durante la última semana y tiene más planeadas en las últimas horas de la campaña.

Pero mientras Trump continúa realizando mítines en Michigan y Wisconsin, sus asesores ven un triunfo en esos estados como una posibilidad remota.

Eso hace que Trump dependa en gran medida de Pennsylvania, donde realizó tres mítines el sábado. Un asesor externo ha aconsejado a la campaña a extraer recursos de Michigan y Wisconsin e invertirlos en Pennsylvania, a pesar de que las cifras de las encuestas apuntan a que también va a la zaga en ese estado.

Si Trump lograra otra victoria por un estrecho margen como en 2016, sus asesores indican que probablemente se deba al trabajo que se ha estado haciendo durante años para identificar e involucrar a nuevos partidarios del presidente, registrarlos para votar y que lo apoyen en las urnas.

La campaña cuenta con más votantes blancos sin educación universitaria que en 2016 que puede ayudar a compensar la pérdida de votos entre otros grupos que le respaldaron fuertemente en esas elecciones.

“Si ganamos, será en gran parte [por] el programa de votación que Chris Carr y su equipo crearon”, dijo un exasesor de campaña sobre sobre el principal estratega de la carrera presidencial de Trump en 2016.

Tras aquella victoria, dijo este exempleado, un análisis postelectoral se centró en el impacto que tuvo su gurú digital, Brad Parscale, quien eventualmente lideró todo el esfuerzo de reelección para la mayor parte del ciclo de 2020. “Creo que esta vez, ellos reflexionan y dicen que se debió al registro y movilización de los votantes”, concluyó.