El área metropolitana con el mayor crecimiento poblacional de todo EEUU está vetada a los jóvenes. No conoce los rascacielos ni las autopistas ni la pobreza y los carritos de golf han reemplazado a los coches en sus calles impolutas. The Villages es una ciudad residencial erigida en la década de 1990 sobre un pantano al norte de Orlando (Florida) donde el habitante medio tiene 66 años, una utopía urbana reservada a jubilados sin alcalde ni gobierno electo y en la que la empresa propietaria del lugar gestiona todos los aspectos cívicos. También un reflejo del pasado estadounidense (la ausencia de negros y latinos en una comunidad donde el 98% de la población es blanca evidencia la antigua brecha de oportunidades) y una ventana al futuro: el envejecimiento de la población es la clave de su éxito (y de la fortuna de su fundador, el empresario Gary Morse, un conocido donante del Partido Republicano).En teoría, The Villages debería ser un caladero de votos para un candidato conservador de 74 años que apela constantemente al pasado, abandonó su Nueva York natal para residir en Florida y ha prometido (literalmente) enviar a todos los ciudadanos inscritos en el Medicare -el programa asistencial del Gobierno para mayores de 65 años- una tarjeta descuento de 200 dólares para comprar medicamentos. La comunidad ha sido un bastión republicano desde hace décadas y Donald Trump la convirtió en un punto clave de su campaña en 2016 para conquistar el trofeo más codiciado de las elecciones presidenciales, Florida. La fórmula funcionó entonces: el magnate venció en los tres condados que componen The Villages -Sumter, Lake y Marion- por casi 115.000 votos, aproximadamente el mismo margen por el que ganó el estado que abre las puertas de la Casa Blanca (solo en dos ocasiones desde 1924 un candidato ha alcanzado la presidencia de EEUU sin ganar en Florida). Pero algo ha cambiado en esta campaña, tanto en The Villages como a nivel estatal. Los jubilados son uno de los segmentos de población de EEUU más codiciados por los candidatos. La razón está en su participación (el 71% de los electores de 65 años o más votaron en 2016, en comparación con el 46% de las personas de 18 a 29 años) y en su peso electoral (1 de cada 4 votantes tendrá en un futuro cercano 65 años o más, según el Pew Research Center). Trump se basó en gran medida en los pensionistas para asegurar su victoria en 2016, cuando consiguió más de nueve puntos porcentuales de ventaja sobre Hillary Clinton entre los electores ‘senior’. Pero ahora, cuando su equipo de campaña esperaba que fueran un baluarte para cimentar su segundo mandato y las últimas encuestas dan ventaja al candidato demócrata Joe Biden en estados como Pensilvania, Arizona y Wisconsin y arrojan un empate en Florida, los jubilados están dando la espalda al magnate. Durante el verano, a medida que avanzaba la pandemia, los sondeos han reflejado una progresiva pérdida de apoyo entre los mayores de 65 años, hasta otorgar a Biden entre un 52 y un 53% de intención de voto en los últimos compases de la campaña. La coyuntura se reproduce en The Villages, donde nada refleja mejor este cambio de tendencia que la llamada “batalla de los carros de golf”. Hace semanas, en la comunidad donde Sarah Palin congregó a 60.000 personas durante la carrera presidencial de 2008, un pequeño ejército de centenares de carritos de golf se reunió en el Centro de Recreación Sea Breeze para viajar en caravana hasta una oficina electoral cercana y votar por Joe Biden. Docenas de jubilados vitoreaban desde la acera cada vez que uno de los integrantes de la caravana depositaba su papeleta en la urna. Era como si los demócratas de la ciudad que apoyó masivamente a Trump en 2016 hubieran salido del armario. De hecho, el Villages Democratic Club calcula que un 6% de los republicanos que votaron por Trump en 2016 apoyarán a Biden en estas elecciones. Y en un estado como Florida, donde los dos candidatos necesitan la victoria y el empate técnico persiste desde hace días, un pequeño cambio puede resultar trascendental en el resultado de las elecciones.La pandemia no solo ha echado por tierra la mejor baza electoral del presidente Trump (una economía que avanzaba viento en popa hasta la irrupción de la Covid-19), también ha cambiado las prioridades de unos electores que se sienten especialmente vulnerables y exigen a la Administración un plan para su ‘reinserción’ segura en la sociedad. En 2018, los votantes republicanos mayores de 65 años citaban la inmigración como la cuestión más importante para EEUU, mientras que los demócratas ponían el foco en el sistema sanitario y la atención médica, según una encuesta de NORC difundida por AP VoteCast. En esta campaña, la preocupación por la asistencia sanitaria se ha convertido en un tema prioritario para los electores de ambos partidos. Todo ello cuando cifras de la Covid-19 siguen siendo el peor enemigo del presidente: Estados Unidos registró el pasado jueves 88.521 nuevos casos, un nuevo récord de positivos diarios después de varias semanas de sucesivos aumentos de los contagios hasta alcanzar los niveles de la primera ola de la pandemia.Al sentimiento de vulnerabilidad entre las personas mayores que dependen de un seguro sanitario se suma el miedo a perder su empleo en medio de la debacle laboral provocada por la pandemia, aunque la tasa de desempleo bajó medio punto porcentual en septiembre hasta el 7,9%, desde el 8,4% de agosto. La clave reside en que el modelo de planes de ahorro privados y el creciente coste de la sanidad ya amenazan la jubilación de buena parte de los trabajadores estadounidenses. A finales de 2019, y por primera vez en más de medio siglo, la población activa mayor de 65 años superó el 20%, según un informe de United Income, una gestora de planes privados de pensiones. El porcentaje supone que la tasa de personas mayores de 65 que buscan empleo o trabajan se ha duplicado en 65 años. El sistema de pensiones público de EEUU, al que se tiene acceso a partir de los 62 años, solo reemplaza entre el 40 y el 50% de los ingresos previos a la jubilación aunque se siga trabajando hasta los 67 años (la edad para cobrar la pensión máxima), cuando los pensionistas estadounidenses deben mantener hasta el 80% de sus ingresos para no empobrecerse. Por ello, la regla general es recurrir a los planes fomentados por las propias empresas, como el plan 401, o planes de pensiones tradicionales. Los expertos calculan que un trabajador estadounidense debe acumular en pensión complementaria unas ocho veces su sueldo anual pero, tal y como advierte el informe de United Income, el trabajador medio, con un sueldo inferior a 40.000 dólares anuales, no consigue ahorrar para la jubilación y aquellos con un salario de entre 40.000 y 115.000 dólares reservan unos 60.000 dólares, cantidad insuficiente para alcanzar el 80% de ingresos de su etapa laboral. Ni siquiera los trabajadores que se sitúan en el porcentaje salarial más alto, por encima de 105.000 dólares, alcanzan la capacidad de ahorro necesaria. Se trata de cambio estructural que afecta además con especial intensidad a las clases medias y con educación universitaria: el porcentaje de trabajadores mayores de 65 años titulados es del 53%, cuando en 1985 no superaba el 25%.La mayoría de esos estadounidenses mayores de 65 años no han votado nunca por un candidato presidencial demócrata desde Al Gore. La pandemia y sus crecientes dificultades económicas amenazan con provocar el giro de uno de los segmentos de electores históricamente más fieles en las elecciones presidenciales de este martes. Y si en algún lugar una leve caída del apoyo de los votantes ‘senior’ al antiguo magnate inmobiliario puede resultar trascendental es en Florida, famosa por los resultados reñidos. Allí, un movimiento tan modesto como el iniciado en The Villages por unos cientos de carros de golf puede devolver a Trump a su anterior vida de ‘exitoso’ empresario. Probablemente en Nueva York.

Fuente: La Información