El líder del Congreso de Perú, Manuel Merino, juró como el tercer presidente de ese país en los últimos cuatro años en medio de protestas que muestran una profunda crisis política.

El político reemplaza a Martín Vizcarra, quien fue destituido el lunes por “incapacidad moral permanente” tras una votación en el Parlamento. El exmandatario fue acusado, sin pruebas concluyentes, de recibir sobornos en 2014 cuando era gobernador.

Mientras tomaba posesión, decenas de manifestantes calificaron la destitución como “golpe de Estado disfrazado”. Afuera del Parlamento se coreaba “Merino delincuente, no eres presidente”.

A pocas cuadras de la ceremonia en la capital, la policía rodeó el palacio presidencial y el Parlamento y frenó las manifestaciones con gases, perdigones y varazos. La policía informó que detuvo a 27 y la prensa local difundió golpes y empujones al menos a tres periodistas.

El nuevo presidente, que gobernará por ocho meses, pidió calma a los manifestantes y añadió que existe “una mala intención de querer dividir al país” que él no permitirá que suceda.

A través de su cuenta de Twitter, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le pidió al nuevo gobierno a realizar las elecciones programadas y a resolver la “actual crisis política” respetando “los estándares interamericanos sobre separación de poderes y el respeto al Estado de Derecho”.

El director ejecutivo de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, dijo también en Twitter que “el proceso de vacancia se llevó a cabo de forma muy cuestionable” y que “los estados de la OEA deben vigilar de cerca las decisiones de Manuel Merino y el Congreso”.

El expresidente Vizcarra fue abordado el martes por la prensa y comentó que en medio de las protestas le preocupaba el nuevo gobierno de Merino porque está “en tela de juicio” su legalidad y legitimidad. “¿La legitimidad quién la da?”, preguntó y se respondió de inmediato: “el pueblo”.

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