James H. Ruppert Jr. y Allison Wing – The Conversation

Antes de que comenzara la temporada de huracanes del Atlántico en 2020, estaba claro que iba a ser una época complicada. Seis meses después, pudimos constatar que batió varios récords y es posible que las tormentas sigan a pesar de que la temporada terminó oficialmente el 30 de noviembre.

Esta temporada tuvo la mayor cantidad de tormentas nombradas, 30, rompiendo el récord de la calamitosa temporada de 2005 que trajo el huracán Katrina a Nueva Orleans. Fue la segunda ocasión en que se agotó la lista de nombres de tormentas desde que comenzaron a denominarse en la década de 1950.

Este año, 10 tormentas experimentaron una rápida intensificación, un número que no se había visto desde 1995. Doce tocaron tierra en Estados Unidos, lo que estableció un nuevo récord y seis de ellas tuvieron fuerza de huracán, empatando otro récord.

Como científicos atmosféricos, nuestro objetivo es comprender mejor qué impulsa la formación de ciclones tropicales y cómo la emergencia climática los está afectando en escalas de tiempo más largas. Esto es lo que nos dicen las investigaciones sobre la temporada 2020 y lo que puede venir.

¿Por qué en 2020 hubo tantas tormentas?

Una desafortunada combinación de dos factores clave hizo que esta temporada fuera propicia para las tormentas tropicales.

Primero, un patrón del fenómeno climático conocido como La Niña, de aguas superficiales frías, se desarrolló en el Pacífico ecuatorial y fue más fuerte de lo previsto.

Irónicamente, el enfriamiento en el Pacífico ecuatorial facilita la formación de tormentas tropicales y su fortalecimiento en el Atlántico. Eso es porque La Niña debilita el corte vertical del viento sobre el Atlántico tropical. El corte vertical del viento —un cambio en la velocidad del viento con la altitud— es muy propicio para el desarrollo de las tormentas.

Al establecerse el patrón de La Niña esta temporada, eso hizo que el Atlántico tropical fuera mucho más favorable para que se formaran e intensificaran las tormentas.

El segundo factor crítico fueron las temperaturas extremadamente cálidas en el Atlántico, incluido el Golfo de México y el Caribe.

Los huracanes son impulsados ​​por la transferencia de calor del océano a la atmósfera. Por lo tanto, la temperatura de la superficie del mar dicta la intensidad potencial máxima que puede alcanzar una tormenta en condiciones perfectas: es como un ‘límite de velocidad’ termodinámico de la intensidad de un huracán.

La temperatura de la superficie del mar se acercó a niveles récord en la cuenca de huracanes del Atlántico esta temporada, incluido septiembre, el mes de tormentas atlánticas más activo registrado.

¿Qué tiene que ver la emergencia climática con esto?

Una característica importante de esta temporada es la tendencia al calentamiento del Atlántico, lo que no tiene precedentes desde hace al menos varios milenios.

Los océanos almacenan gran parte del exceso de calor atrapado por los gases de efecto invernadero. Dado que las concentraciones de esos gases siguen aumentando debido a la actividad humana, como la quema de combustibles fósiles, es probable que las temperaturas medias de la superficie del mar sigan aumentando en las próximas décadas.

No está claro si la crisis climática causó el número extremadamente alto de tormentas esta temporada. No hay una tendencia detectable en la frecuencia global de los huracanes y los estudios de modelos informáticos han tenido resultados contradictorios.

Sin embargo, el calentamiento del clima está aumentando de otras formas la amenaza que representan los huracanes.

Se está observando una proporción creciente de tormentas de alta intensidad, de categoría 3, 4 y 5, en todo el mundo, incluido el Atlántico. Dado que la temperatura del océano controla la intensidad potencial de los ciclones tropicales, es probable que la emergencia climática esté detrás de esta tendencia, que se espera que continúe.

Estados Unidos también está experimentando más tormentas con lluvias extremas. Piense en las 50 pulgadas (1.3 metros) de lluvia del huracán Harvey en el área de Houston en 2017 y las más de 30 pulgadas (0.75 metros) de Florence en Carolina del Norte en 2018. El clima cálido también juega un papel clave aquí. Cuando hay temperaturas más cálidas, más agua se evapora a la atmósfera, lo que resulta en una mayor humedad en el aire.

¿Qué repercursiones tendrá la temporada 2020?

Durante esta temporada, 10 tormentas se intensificaron rápidamente: un aumento de 35 millas por hora (55 kilómetros por hora) en vientos máximos en 24 horas. Las tormentas que se intensifican rápidamente son especialmente peligrosas porque son difíciles de predecir con precisión y dan un tiempo mínimo para las evacuaciones cuando se intensifican justo antes de tocar tierra.

Los huracanes Laura y Sally se intensificaron rápidamente justo antes de tocar tierra en la costa del Golfo esta temporada. El huracán Eta se intensificó rápidamente a categoría 4 justo antes de llegar a Nicaragua, y solo dos semanas después, Iota esencialmente repitió el acto en el mismo lugar.

Los pronósticos para las pistas o trayectorias de los ciclones tropicales han mejorado drásticamente en las últimas décadas, hasta cinco días de anticipación. Sin embargo, los pronósticos de la formación e intensificación de tormentas han mejorado muy poco en comparación.

Las previsiones de una rápida intensificación de los huracanes son especialmente malas.

Si bien los pronósticos oficiales emitidos por el Centro Nacional de Huracanes son hechos por pronosticadores humanos, dependen de la guía de modelos de predicción, que no son muy precisos cuando se trata de una intensificación rápida.

La complejidad de los modelos meteorológicos lo hace un desafío abrumador. Sin embargo, se vuelve más manejable a medida que los investigadores aprenden más sobre cómo se forman y se intensifican los huracanes e identifican las causas fundamentales de los errores en las predicciones de modelos informáticos.

Nuestra última investigación explora cómo las nubes crean su propio efecto invernadero y atrapan el calor que hace que los huracanes se formen y se intensifiquen más rápidamente. Mejorar la forma en que los modelos numéricos toman en cuenta la retroalimentación que ocurre en las nubes puede ser prometedor para obtener pronósticos más precisos. También serán necesarias formas innovadoras de recopilar nuevas medidas en el desarrollo de tormentas, hasta sus escalas más pequeñas, para orientar estas mejoras.

Debido a la tendencia a más tormentas de alta intensidad, los riesgos de estos eventos solo aumentarán. La capacidad de predecir con precisión cómo y cuándo se formarán, intensificarán y amenazarán a las poblaciones costeras es fundamental.