¿Qué tiene de malo unir las metas energéticas de Canadá, Estados Unidos y México?

Por Armando Guzmán

Los canadienses y los estadounidenses responden que, no solo no tiene nada de malo, sino que, sería un enorme logro juntar esas metas en una sola que prevalezca en toda Norteamérica.

Pero los mexicanos, sacudiendo la cabeza respondemos… que abrir nuestro sector de energía a las inversiones de nuestros socios extranjeros, atentaría contra nuestra soberanía nacional.

Y aquí es donde cualquiera se preguntaría… porque tres países que son socios, vecinos y presuntos amigos, tienen visiones tan distintas acerca de uniformar su futuro, sobre todo a estas alturas cuando ya deberían tener metas comunes de crecimiento energético.

Esas metas son importantes porque de ellas depende mucho el desarrollo presente y futuro, y porque los tres países que conforman a Norteamérica están siendo azotados por el cambio climático causado por las emisiones del uso excesivo de los hidrocarburos.

Con todo eso, es válido también preguntar… ¿De qué diablos hablamos los mexicanos cuando para todo ponemos por delante… nuestra soberanía nacional?

“Good question”. Buena pregunta, dicen aquí en Washington.

La respuesta está en la historia de México, completamente distinta a la de sus dos vecinos. Los mexicanos ya nos hemos quemado antes abriéndole nuestra casa a los extranjeros. Nuestros socios canadienses y sobre todo estadounidenses ahora tendrán que entender, que aunque hayan pasado siglos, las malas experiencias con supuestos socios extranjeros nos hacen ser aún hoy… muy huraños.

Bien, lo entendieron, ¿qué más?

Qué así como nuestros socios del Tratado de Libre Comercio están entendiendo nuestro pasado… Nosotros los mexicanos a cambio, necesitaremos entender el presente y el futuro no de ellos… sino de los tres.

Para empezar en México necesitamos considerar que el cambio climático en Estados Unidos a causado daños enormes. Los incendios forestales en el oeste de EE.UU han destruido colonias y hasta ciudades. Las tormentas que cada día parecen ser bíblicas también han borrado ciudades del mapa. Y no olvidemos a las inundaciones mexicanas que de igual manera son, más extensas y más frecuentes.

Aun así, el clima en Estados Unidos y en Canadá es muy distinto en alcance al clima mexicano, sobre todo el que más importa en México, el de la gran meseta en donde está situada la capital del país con sus 70 grados de temperatura el año entero. En la ciudad de México el frío se ha hecho un poquito más frío, y el calor un poquito más cálido… pero nadie puede decir que el cambio climático podría destruir la Ciudad de México en los próximos cien años.

En cambio Estados Unidos y Canadá no son tan afortunados, y el clima y sus variaciones sí pueden hundir pronto en el mar ciudades de todos los tamaños desde Miami y Nueva York, hasta Nueva Orleans, Galveston y San Francisco. Los incendios pueden arrasar y destruir California y otros estados del oeste. El calentamiento global aquí no es exageración, es realidad y no solo en temporadas como antes… sino todos los días del año.

Se dan cuenta, es un asunto existencial. O se arregla… ¡o nos lleva!

Por eso Washington envió a Jennifer Granholm, su Secretaria de Energía, con el mensaje de que Estados Unidos quiere ser socio de México, creando infraestructuras comunes que sean base de nuevas fuentes de energía renovable.

Por eso también envió a John Kerry el encargado de combatir el cambio climático con el mismo mensaje. Estados Unidos no puede diseñar para sí un futuro limpio y sin contaminación, mientras México siga contaminando el espacio físico mutuo que los dos países comparten en el continente.

Pero… es obvio que ese mensaje se perdió. En un editorial de un diario mexicano de importancia le llamaron a la secretaria Granholm… “La grosera secretaria”, no porque haya sido descortés, sino porque fue muy franca en el mensaje que llevó a México.

A Kerry le fue igual.

El mismo Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, ignorando los argumentos del enviado especial Kerry, un día después de su visita, prometió seguir adelante con los cambios en la industria de la energía eléctrica, que reafirmaran que el estado mexicano es el único dueño y operador de esa energía.

El presidente ve en el futuro energético mexicano solo a PEMEX y a la Comisión Federal de Electricidad, y a ambos manejados por el estado mexicano.

Estados Unidos le a dicho a México que esa acción podría resultar en cerrar los mercados de energía porque eso sofocará a la competencia y esas acciones, se dice en Washington, posiblemente podrían violar el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá.

López Obrador respondió que los cambios propuestos “no afectan el tratado en absoluto”. El presidente se olvida que las reglas del Tratado de Libre Comercio prohíben que los países favorezcan a las empresas nacionales sobre los competidores extranjeros.

AMLO, sin embargo, reconoció que las empresas extranjeras se han quejado de que el cambio en las reglas afectaría la confianza de los inversionistas en México. Lo más cómico es que al día siguiente, ese mismo presidente, envió a California a Tatiana Clouthier, su secretaria de Economía, a buscar “nuevas inversiones de estadounidenses”. No es broma, de verdad ocurrió.

Le mencioné al principio la experiencia histórica de México con sus socios extranjeros, porque López Obrador, refiriéndose a esa experiencia mexicana, respondió a los argumentos de Estados Unidos:

“… Dicen que se está violando el estado de derecho, pero nos quieren expropiar la industria eléctrica, no hay garantías para los inversionistas en México, no tenemos confianza”, y agregó: “No nos vamos a meter en una pelea con el gobierno de Estados Unidos”.

Pero eso no borra la raíz del desacuerdo, debido a que muchas empresas estadounidenses que operan en México o invirtieron ellas mismas en plantas de energía más limpias, o dependen de la energía más barata producida por ellas.

Todo tiene que ver con un proyecto de ley que si es aprobado por el Congreso mexicano, cancelaría los contratos de 34 plantas privadas que venden energía eléctrica a la red nacional mexicana.

El plan también declararía “ilegales” otras 239 plantas privadas que venden energía directamente a clientes corporativos en México. Casi todas esas plantas funcionan con fuentes de energía renovable o de gas natural.

Las empresas estadounidenses se han quejado en Washington de los cambios constitucionales en las fuentes de energía mexicana. Porque eso también cancelaría muchos contratos de suministro de energía a largo plazo y numerosos programas preferenciales de compra de energía limpia, lo que dañaría seriamente a las empresas extranjeras.

En un comunicado, la Embajada de EE.UU dijo que en las reuniones con el presidente mexicano, Kerry “planteó las preocupaciones importantes que tiene la Administración Biden-Harris sobre la propuesta actual del sector energético de México, y el imperativo de impulsar economías abiertas y competitivas de conformidad con el T-MEC”.

Por eso las respuestas del presidente López Obrador de que México no hará caso de las propuestas de Energía de EE.UU tienen preocupada a mucha gente. Si el Congreso mexicano saca del juego a las fuentes privadas de energía limpia mexicanas y extranjeras, va a ser muy difícil mantener otros capítulos del tratado comercial de Norteamérica.

En Washington se preguntan en voz alta, ¿Si no van a respetar nuestro tratado comercial para que insistieron tanto en renovarlo?

Estamos en un momento difícil para la relación de los dos países, en la que una vez más, la soberanía… es cuestión de enfoque.

Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.