WASHINGTON.— El presidente electo, Joe Biden, no sólo heredará un sistema de asilo disfuncional sino que su primera prueba de fuego podría ser atajar nuevas caravanas de migrantes impulsadas por las secuelas de recientes huracanes, la pandemia del COVID-19 y la extrema pobreza en la región, según expertos.
Como parte de su agenda para América Latina, Biden ha propuesto una inversión de 4,000 millones de dólares en cuatro años para promover el desarrollo y la seguridad en Centroamérica, y así mitigar la emigración ilegal.
Su desembolso requerirá la aprobación del Congreso, tal como ocurrió con un plan similar de 2015 que él ayudó a gestionar valorado en 750 millones de dólares.
Varios expertos consultados por Noticias Telemundo advirtieron este jueves de que Centroamérica afronta una “tormenta perfecta” para el éxodo de decenas de miles de migrantes en los próximos meses, a raíz de los huracanes Eta e Iota que, según el Banco Mundial, podría generar el desplazamiento de hasta casi cuatro millones de personas en las próximas décadas en la región.
El Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras calculó el mes pasado que la reconstrucción de ese país tomará más de una década y costará al menos 10,000 millones de dólares.
Los huracanes arrasaron en zonas ya desoladas por la depresión económica y la pandemia del COVID-19 antes de que llegaran las lluvias, se desbordaran los ríos, y las casas quedaran anegadas en aguas pestilentes.
El efecto en áreas altamente pobladas en Honduras ha sido peor que el del huracán Mitch hace 22 años -hay calles donde solo se puede avanzar con remos-, y se teme un rebrote del COVID-19 debido al hacinamiento en los albergues.
“No tenemos información de que ya se estén formando caravanas, pero estamos seguros de que con esta crisis humanitaria tan aguda que vive Honduras, muy seguramente va a haber una nueva ola de migración”, dijo Connor Walsh, encargado de Catholic Relief Services en Honduras.
La urgencia humanitaria, explicó, es producto de ocho meses de depresión económica, cierre de fábricas y empresas agrícolas, pérdida de empleos, destrucción de cultivos, y extensos daños a la infraestructura.
“Para muchos que lo perdieron absolutamente todo, ya no hay nada que los ancle a Honduras”, advirtió.
Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un centro de estudios políticos en Washington, afirmó que las propuestas de Biden posiblemente no tendrán un efecto inmediato pero, si se gestionan con eficacia, “podrían ayudar a estabilizar la situación si se fortalecen los mecanismos de gobernancia democrática y las oportunidades económicas”.
Biden no gobernará con un sistema de “amenazas y castigos” sino a través de la diplomacia, y sus programas de ayuda específicos podrían lograr el aval del Congreso a cambio de una estricta rendición de cuentas sobre el uso de fondos, vaticinó Shifter.
La idea de Biden, en sus primeros 100 días de gobierno, es restablecer un sistema de asilo “justo y eficiente”, pero muchas de sus propuestas requerirán tiempo, y las necesidades de los migrantes son inmediatas.
Biden también ha prometido revertir buena parte de las políticas migratorias del presidente, Donald Trump, y su desafío será hacerlo equilibrando las obligaciones humanitarias y de seguridad fronteriza. Una posible avalancha de migrantes, por la percepción de que Biden sería blando en el tema migratorio, dificultaría las negociaciones con el Congreso.
Los retos de Biden
Una vez instalado en la Casa Blanca, Biden necesitará reconstruir el sistema de asilo y, simultáneamente, apoyarse en el Congreso para inversiones a largo plazo.
Jessica Bolter, analista del Migration Policy Institute, señaló que la eficacia del paquete de 4,000 millones de dólares dependerá de dónde y cómo se invierta, pero “el efecto no será inmediato”.
Hasta la fecha, los programas más eficaces para frenar el éxodo han sido los que amplían las oportunidades económicas para que los jóvenes no caigan en las pandillas, y los que ayudan a mitigar la pobreza en zonas rurales.
La ayuda exterior no había generado tanta discordia hasta que Trump ordenó suspenderla en marzo de 2019, pero los demócratas y republicanos aún pueden negociar inversiones regionales para el reasentamiento de refugiados, según Bolter.
Por su parte, Rachel Schmidtke, experta en asuntos de América Latina para Refugees International, afirmó que, ante la posible salida de nuevas caravanas desde el Triángulo del Norte, incluso antes de la investidura de Biden, los republicanos en el Congreso “tendrán que reconocer que se tiene que hacer algo”.
“Se trata de explorar soluciones regionales, como centros de procesamiento locales, para aliviar la situación, las tendencias nos muestran que el fenómeno de migración irá para largo”, advirtió Schmidtke, autora de un informe divulgado este jueves que urge una mayor protección de los solicitantes de asilo.
Schmidtke consideró que México debe fortalecer su sistema de asilo, ofrecer más visas humanitarias, y ampliar las vías legales para quienes atraviesan el país rumbo a Estados Unidos o que piden asilo en su territorio.
Aunque será difícil conseguir una reforma migratoria en un Congreso polarizado, los expertos señalan que Biden puede de inmediato:
Eliminar el programa Quédate en México, que desde 2019 ha devuelto a ese país a 65,000 solicitantes de asilo. Alrededor de 25,000 esperan al lado mexicano sus citas en cortes migratorias.
Eliminar una orden de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades que, con el pretexto de frenar la propagación de la pandemia, agiliza la deportación de inmigrantes indocumentados, sin darles derecho a pedir asilo.
Cancelar los programas de cooperación de asilo suscritos entre EE.UU. y Guatemala, Honduras y El Salvador, que permiten la deportación de solicitantes de asilo a esos países. Sólo el de Guatemala fue implementado, y está suspendido debido a la pandemia.
Por ahora, no está claro el futuro inmediato de los migrantes que esperan amparados al programa Quédate en México.
“La gente se desplaza en las Américas y en todo el mundo por muchas razones. El reto, incluso para la entrante administración estadounidense ante el desplazamiento de personas en Centroamérica, es asegurar que se identifique a quienes necesiten protección internacional”, dijo Christopher Boian, portavoz del Alto Comisionado para Refugiados de Naciones Unidas.
Una región prácticamente olvidada
Trump ha aderezado su política exterior con toques de nacionalismo y proteccionismo económico, centrando sus esfuerzos en China, Corea del Norte, y el Medio Oriente.
Salvo en el área de restricciones migratorias, sanciones contra el Gobierno de Venezuela, y el endurecimiento de las políticas contra Cuba, América Latina ha quedado prácticamente bajo el radar de su gobierno.
Su primer y único viaje como presidente a América Latina ocurrió en noviembre de 2018, donde asistió a la cumbre del G-20 en Argentina. A manera de comparación, sus antecesores, Barack Obama y George W. Bush, ya habían realizado múltiples visitas a México a mitad de sus mandatos.
Si Trump menciona a México es para hacer énfasis en la seguridad fronteriza y la lucha contra el tráfico de personas y drogas. Su gobierno ha logrado instalar 415 millas de muro fronterizo, la mayoría de las cuales son barreras de reemplazo y aproximadamente 25 millas son completamente nuevas.
En cambio, en su calidad de vicepresidente entre 2009 y 2017, Biden realizó un total de 13 viajes a América Latina, y buena parte de sus giras ocurrieron durante el primer mandato de la Administración Obama. Cuatro de esos viajes fueron a México.
En una gira por Guatemala en enero de 2016, Biden se reunió con los presidentes de los países del Triángulo del Norte para pedirles más colaboración contra la emigración ilegal, pero también subrayó que tendrían el respaldo de Washington, porque una región estable reduce los cruces ilegales en la frontera sur.
Su enfoque multifacético en la región competirá con otras prioridades en su calendario, como la reactivación económica y la lucha contra el COVID-19 en suelo estadounidense.
Telemundo