Desde hace aproximadamente un cuarto de siglo, los caminos a través de la red comienzan para muchos internautas con un pequeño recuadro en la pantalla en el que teclean unas palabras. A continuación, el resultado de la búsqueda en Google suelen ser enlaces que, con bastante frecuencia, conducen a destino y también vuelven a aparecer cada vez que se buscan. Google es el motor de búsqueda dominante en Internet y un negocio estupendo.

En los últimos 25 años, rivales grandes y pequeños han intentado en vano destronar a Google. Microsoft, en particular, invirtió miles de millones en su motor de búsqueda Bing, y aun así no logró desbaratar la supremacía de Google.

A finales del año pasado, sin embargo, apareció el chatbot ChatGPT, capaz de formular en una conversación frases al nivel lingüístico de un ser humano a la velocidad del rayo. Inmediatamente surgió la pregunta: ¿No podría ser este software el motor de búsqueda definitivo si se limita a dar una respuesta directa a las preguntas de los usuarios en lugar de remitir a otros sitios web? ¿Y qué sería entonces del negocio principal de Google, que consiste en vender espacio para enlaces “patrocinados” o anuncios de compras junto con los resultados de las búsquedas?

Microsoft firmó un acuerdo de miles de millones de dólares con OpenAI, desarrollador de chatGPT, para tratar de aderezar la búsqueda en Bing con la tecnología que hay detrás del chatbot. Google se resiste y, como experimento, permite obtener resultados de búsqueda resumidos por la IA y el chatbot interno Bard compite contra ChatGPT. Para muchas búsquedas web de información concreta, Google muestra desde hace tiempo, además de enlaces, una respuesta directa de una fuente considerada fiable.

El director ejecutivo de Google, Sundar Pichai, subraya que la introducción de la llamada IA generativa, como los chatbots, se quiere llevar a cabo con cautela. Al fin y al cabo, enfatiza, el software sigue teniendo el problema de que a veces puede emitir información completamente errónea, incluso basándose en datos correctos. Estos errores, llamados “alucinaciones”, tienen algo que ver con el funcionamiento de los modelos. Estos calculan palabra por palabra cómo debería continuar probablemente una frase. Pero cuando se busca en Internet, argumenta Pichai, la gente necesita respuestas fiables.

Hay una cierta ironía en el hecho de que las ideas básicas para los modelos lingüísticos utilizados por los competidores actuales procedan de investigadores de Google. Sin embargo, la empresa siempre ha sido reacia a hacerlos públicos, mientras que la inteligencia artificial ha estado funcionando en segundo plano en cada vez más de sus servicios.

Hasta ahora, la carrera de la IA ha tenido poco impacto en las cuotas de mercado de los motores de búsqueda: según cifras de la empresa irlandesa de análisis Statcounter, Google dominó en agosto con casi el 92 por ciento, mientras que Bing, de Microsoft, se quedó en el tres por ciento.

Hace veinticinco años, el auge de Google surgió de la idea pionera de que los resultados son más relevantes si hay más enlaces para ellos. Con ello, el motor de búsqueda se impuso rápidamente a predecesores tan populares como AltaVista.

Los fundadores, Larry Page y Sergey Brin, registraron Google como empresa el 4 de septiembre de 1998 para poder cobrar un cheque de 100.000 dólares estadounidenses del cofundador de Sun Microsystems Andreas von Bechtolsheim. Ya habían registrado el nombre de dominio “google.com” casi un año antes. Su misión: organizar toda la información del mundo y hacerla accesible a todos.

Más allá de las búsquedas web, Google ha ido creando una amplia gama de ofertas a lo largo de los años: correo electrónico, mapas digitales, infraestructura en la nube, YouTube como la mayor plataforma de vídeo del mundo.

El sistema operativo para teléfonos inteligentes más utilizado, Android, también se desarrolla en Google, y la empresa matriz Alphabet posee, entre otras, la empresa de taxis robot Waymo.

En los últimos años, los organismos de control de la competencia de la Comisión Europea han impuesto a Google varias multas de miles de millones de dólares que la empresa digirió con facilidad. No es de extrañar: solo el año pasado, Alphabet obtuvo un beneficio de casi 60.000 millones de dólares sobre una facturación de unos 283.000 millones de dólares.

dpa

©2023 dpa GmbH. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC.