Por Gregorio A. Meraz

Sin mostrar el más mínimo interés por contener la devastadora pandemia de Coronavirus, de cuya alta mortalidad, consecuencias económicas, desempleo, saturación de hospitales y otros efectos fue ampliamente advertido, Donald Trump usa desesperado los últimos días de su agonizante gestión, para seguir armando jugadas sucias que, de materializarse, podrían calificarse como un posible golpe de Estado.

Loa analistas tratan de entender si además del temor a la humillación, las múltiples investigaciones pendientes en su contra, los procesos criminales que enfrentará, o el pago de gigantescos adeudos por vencerse, hay alguna otra razón para que Trump se aferre al poder, a cualquier precio como lo está haciendo.

Mientras se aproxima a 20 millones el número de infecciones de COVID-19, que criminalmente Trump aseguró “era otro engaño demócrata del que no se hablaría más después del 3 de noviembre”, el presidente Trump usa la Casa Blanca para preparar otro asalto a la integridad de la elección y a la democracia, luego de fracasar en 62 intentos ante cortes Judiciales, ahora con más disparatados y maquiavélicos planes, con el único fin de mantenerse en el poder, en contra de la voluntad popular.

Trump perdió la elección por 232 votos electorales contra 306 de su oponente, el demócrata Joel Biden, quien además obtuvo la victoria con el voto popular, por una diferencia de casi 8 millones de votos.

Con un absoluto control del Departamento de Defensa, dirigido por sus incondicionales, a los que nombró en sustitución del personal de carrera en áreas estratégicas, el presidente Trump escuchó planes de otro republicano incondicional suyo, el senador Electo Tommy Tuberville, de Alabama.

El nuevo legislador, dijo a Trump que “se uniría al Congresista radical Mo Brooks, de su estado, en el desafío a la certificación de los votos electorales el 6 de enero de 2021, que será la formalización de la victoria de Joseph Biden y Kamala Harris.

El plan, preparado por Stephen Miller y otros asesores, trata de basar sus acciones en una ley de 1880, que permita a los miembros del Congreso disputar los resultados de la elección en los estados.

En otro plan, el general retirado Michael Flynn, ex asesor de Seguridad Nacional, cuyos crímenes fueron perdonados por el presidente, consistiría en forzar a gobiernos estatales de Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Georgia, Nevada y Arizona, a revocar el resultado de las elecciones -que certificaron sus legislaturas estatales y los gobernadores-, ya sea para convocar de nuevo a la elección bajo Ley Marcial, con el “respaldo y protección” de tropas del Ejército de Estados Unidos, eventualmente al amparo de la Ley Anti Insurrección de 1807 o, en su defecto, “proceder a la designación de electores que apoyen la reelección de Trump”, plan que numerosos asistentes del presidente ven con alarma y preocupación.

El presidente ha pensado en nombrar a la desprestigiada abogada Sidney Powell, como Fiscal Especial para investigar el fraude electoral”, que sus abogados no han podido probar.

Powell, con Rudy Giuliani, aseguró que en la elección se usaron maquinas fabricadas por una empresa venezolana que las “programó para ayudar en la elección de Hugo Chavez”.

2021 renueva esperanzas en Estados Unidos

Año nuevo y vida nueva, en la que el incipiente gobierno de Joe Biden, con dos vacunas y con un buen equipo de científicos y expertos legales, librará una lucha sin tregua para rescatar a esta superpotencia de la pesadilla del Coronavirus y del primero y único término de Donald Trump, que será recordado como un capítulo negro y destructivo de la historia del país.

Agobiados por las incontenibles infecciones, hospitalizaciones, muertes, fatigados por el confinamiento a sus hogares, por el desempleo, falta de ingresos, amenaza de 50 millones de desalojos, recesión, caída en las exportaciones y múltiples problemas originados por la falta de visión del presidente Trump, los estadounidenses aguardan con esperanza, el 20 de enero de 2021.

Con el inicio del mandato de Joe Biden, quedará atrás la incompetencia del presidente Trump, que subestimando la amenaza de la pandemia y mintiendo criminalmente al pueblo de Estados Unidos, propició un verdadero genocidio, en el que han muerto casi 320,000 estadounidenses, que aumentan con unos 3,000 en promedio cada día, equivalentes al número de víctimas de los ataques de 9/11.

Esa cantidad es más que:

-116,516 muertes durante la I Guerra Mundial.

-58,220 muertes de la guerra de Vietnam

-36,574 muertes en la guerra de Corea

-12,469 muertes de la Pandemia de H1N1

-7,024 muertes de las operaciones de la Guerra contra el Terrorismo.

Atrás quedará el presidente que durante década y media evadió impuestos, que defraudó al fisco, pidiendo un “retorno” de impuestos de 72 millones de dólares y que aún como presidente, pagó solo 750.00 dólares al año.

El legado de Trump

El presidente deja al país con una tasa de desempleo del 14.7%, la más alta desde 1948, casi 4 veces mayor que la que recibió, y una profunda recesión económica.

Los ataques a héroes como el senador y ex prisionero de guerra John Mc Cain, a los veteranos que murieron en defensa de la libertad, cuya tumba se negó a visitar en Paris, en el continuo esfuerzo de demoler las normas y tradiciones que sentía como un freno para sus irreverentes impulsos.

Se va el presidente que, haciendo a un lado ética, moral y conflicto de interés, canalizó millones de dólares de los contribuyentes a sus hoteles, que utilizo durante los 4 años de su mandato, con cada fin de semana en Mar-a-Lago y al menos 289 visitas a sus campos de golf en Florida, New Jersey, Virginia y otras entidades.

Sin contar el alojamiento de pilotos de la Fuerza Aérea que debían pernoctar en sus viajes a Kuwait, en su hotel de Escocia, que tenía insuficiente clientela. Otros funcionarios también ocuparon sus hoteles en Washington y otras ciudades.

Atrás quedará el presidente que separó permanentemente a 666 menores de sus padres; el que inventó una falsa “emergencia nacional” en la frontera con México, para desviar ilegalmente fondos del Pentágono y otras dependencias para construir 700 kilómetros de “muro” que pedían sus seguidores.

Con alivio, los estadounidenses verán en el pasado la caótica gestión del presidente, que con la inmunidad de su cargo, impidió juicios de acoso sexual que tendrá que enfrentar de parte de 26 mujeres, , a quien fue incapaz de reclamar la recompensa que Putin ofreció por matar soldados estadounidenses en Afganistán, el envenenamiento de disidentes con armas biológicas, agresiones de su fuerza aérea a aviones de Estados Unidos y más recientemente el hackeo a casi una docena de agencias federales de Estados Unidos.

Trump se marcha, dejando una estela de investigaciones que revivirán cuando deje su cargo, para lo que el presidente se prepara a firmar más de 21 docenas de “perdones presidenciales” para sus hijos, sus asistentes incondicionales y cómplices, como Paul Manafort, Rick Gates, George Stephanopulos, George Nader, Roger Stone, Stephen Bannon, sus socios y quizás para él mismo.

A partir del 20 de enero, solo quedará el recuerdo del hombre que engañó a 70 millones de estadounidenses, haciéndoles creer que era el “Deal Maker” o “Hacedor de Acuerdos” de los que destruyó 13 y renombró solo uno, ventajoso para Estados Unidos, sobre México y Canadá.

El que desde el día uno, pisoteó la Cláusula 8, de Emolumentos, de la Constitución, manteniendo el control de sus empresas, manejadas por los hijos, a los que también convirtió en “asesores” con sueldo y el que quiso, en su gestión, bombardear de mentiras y contradicciones al pueblo de Estados Unidos, para debilitar su resistencia, para abrumarlo y cansarlo y para desmoralizarlo, haciendo creer que no había otro recurso o que no valía la pena luchar.

Este fue el presidente que aisló a Estados Unidos de sus aliados históricos, se abrazó con criminales, asesinos y represores como el ruso Vladimir Putin, principal enemigo de Estados Unidos, Kim Jung un, de Corea del Norte, el príncipe Mohammed Bin Salman, de Arabia Saudita, a quienes fue incapaz de reclamar el asesinato de periodistas, activistas o acciones contra el gobierno y empresas de Estados Unidos, haciendo a esta potencia menos libre, más paranoica, menos equitativa, dividida por el odio racial, más endeudada y vulnerable, arrebatando el seguro médico a 46 millones de personas.

El presidente que hizo de la mentira su estrategia, para justificarse, para atacar críticos, para auto-elogiarse y ensalzar a sus socios; para contaminar el ambiente y envenenar la atmósfera, logrando un efecto corrosivo en los tramites y procedimientos oficiales y en la democracia misma, al grado de registrar más de 30,000 engaños y mentiras documentados por el diario Washington Post y otros medios.

El nuevo gobierno, tiene grandes desafíos históricos, como restaurar una larga serie de regulaciones de protección ambiental derogados por Trump quien se colocó como la fuerza más destructiva contra la naturaleza, en el desmedido afán de promover la perforación para la explotación de gas natural y petróleo, sin importar la vida silvestre o santuarios naturales.

Trump prácticamente puso a la venta Refugios de Vida Natural nunca antes tocados en la tundra del norte de Alaska, habitat de osos polares, caribou y más de 200 especies de aves silvestres, a donde se había impedido el acceso de empresas petroleras, durante décadas.

O el Histórico Parque Nacional del Cañon del Chaco, considerado área sagrada por indios Navajo y Pueblo, que viven cerca de ese lugar en Nuevo México, donde también se autorizó la construcción de carreteras.

En los litorales y océanos, también se autorizaron peligrosas concesiones que amenazan a múltiples especies.

La terrible política contra el medio ambiente de Trump, agudizaría las condiciones de residentes de zonas pobres, habitadas por minorías de color, en las proximidades de plantas industriales, fuente de contaminación.

De acuerdo a Richard Revesz, profesor de leyes ambientales de la Universidad de Nueva York, “las acciones contra-productivas de Trump han propiciado que se intensifique la crisis del clima y pone en riesgo la salud de muchos estadounidenses, especialmente comunidades vulnerables de minorías de color”.

Por lo que la reconstrucción tomará tiempo, pero existe confianza en que en todos estos aspectos, el país vuelva a su curso original, dejando en el pasado, el intento de gobierno autoritario y la pesadilla de Donald Trump.

Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.